Próximamente, en su mercado de deuda más próximo: «Un mundo feliz – Bonos corporativos de rentabilidad cero»

Imagínese la escena: una sala de juntas en el piso 40, ventanas de vidrio laminado de suelo a techo, con vistas a la City londinense. A la mesa de caoba pulida se sienta Hans Schmidt, director financiero de una importante empresa mundial de productos de consumo. Entra con paso firme Chad Jefferson III, “el As”, el último de una larga lista de banqueros de inversión asignados a cubrir su compañía. Detrás de Chad, un séquito de cinco banqueros junior con atuendo impecable, cuyo único cometido parece ser el de llevar los paquetes de presentaciones de este.

—¡Hans, colega! ¡Choca esos cinco! —casi grita Chad mientras cruza la sala con la mano en alto.

Hans lo mira inexpresivamente, negándose a corresponder a un saludo tan vulgar. En vez de ello, se levanta y le tiende la mano.

—Hola, Sr. Jefferson —murmura, algo irritado ya.

—Los suizos me encantáis, siempre tan formales. ¡Es impresionante! —dice Chad, sonriendo de oreja a oreja y estrechándole la mano.

—Sí, bueno. Mire, Chad, he accedido a esta reunión porque usted dijo que tenía una oportunidad única para nuestro negocio. Así que si no le importa, vayamos al grano.

—Muyyyy bien. Pues vamos a ello. —Chad se vuelve hacia uno del séquito—. Jean-Phillippe —le espeta—, mueve el culo y dale una presentación a Herr Schmidt, ¡venga, arreando!

—Vale, iré al grano —dice, apartando a un lado la presentación en la que Jean-Phillippe ha estado trabajando hasta las 4 de la madrugada—. Ahora que el BCE se ha puesto finalmente las pilas y nos ha dado una QE como Dios manda, una buena parte del mercado de bonos europeos cotiza con rentabilidad negativa. Esto significa que la perspectiva de financiar tu empresa de forma barata es mejor que nunca, amigo mío. Se trata de lo siguiente…”

Chad se inclina hacia Hans y, casi inaudiblemente, asesta el golpe final.

—Con nuestra ayuda, tu compañía, Hans, podría emitir un bono sin coste alguno. —Se pone en pie de un salto y empieza caminar nerviosamente.

—¡Hablo de cero cupón, Hans! ¡Dinero gratis! ¡Sin intereses! Es pura poesía. Piénsalo, un bono de 500 millones de € emitido a un coste de financiación cero. Podemos refinanciar un buen cacho de vuestra deuda y reducir los costes por intereses a cero. Esta ricura repercute directamente en el beneficio. Hablo de un espaldarazo al BPA de los buenos, colega. La junta te querrá por ello, Hans. ¡No te lo pienses! ¡BUM! —Para dar énfasis a este punto, Chad hace un mate con la presentación en una papelera que tiene al lado, lo cual arranca una mueca de dolor a Jean-Phillippe.

—Vale, le escucho —le dice Hans a Chad, volviéndose hacia él—. Esto parece interesante. ¿Pero por qué iba a querer un inversor comprar bonos de mi compañía sin un cupón positivo? ¿No es esa precisamente la idea de invertir en deuda corporativa?

—Excelente pregunta, Hans. Pero de lo que aquí se trata es de elegir el menor de dos males. Si eres un inversor en renta fija, comprar bonos de una compañía respetada como la tuya con una rentabilidad cero puede seguir siendo mejor opción que comprar deuda pública con una rentabilidad negativa al vencimiento. Al fin y al cabo, sigues consiguiendo un diferencial positivo. Además, si crees que vamos a sufrir deflación en la eurozona, una rentabilidad cero en términos nominales sigue comportando una rentabilidad real positiva. En cualquier caso, sales ganando. ¡Es una locura, lo sé, pero es así!

Chad termina y se sienta, sonriendo todavía más ampliamente que antes y conteniendo las ganas de lanzar los brazos al aire en señal de triunfo.

Fin

 

Ni que decir tiene, todo lo anterior es total y absoluta ficción (y muy mal escrita), pero nos estamos acercando a un punto en que tales conversaciones podrían ser posibles.

En su comunicado diario a los inversores del 4 de febrero, Jim Reid, de Deutsche Bank, señalaba que el bono en euros de vencimiento 2016 de Nestlé había cerrado a una rentabilidad negativa del 0,002%.

En esencia, el mercado está enviando una señal sin precedentes a los emisores corporativos de calificación elevada. Les está diciendo: “no os vamos a exigir una rentabilidad nominal positiva por prestaros dinero”.

La consecuencia directa de esto es una posible reducción adicional de los costes de financiación para la deuda a corto plazo, especialmente para las compañías con grado de inversión. Esto podría conllevar otra ronda más de abaratamiento de los costes de financiación. Además, hasta es posible que veamos por primera vez emisiones de bonos a corto plazo con rentabilidad nula. Sin duda, un mundo feliz.

El valor de las inversiones fluctuará, por lo que el precio de los fondos puede subir o bajar, y es posible que no recupere la inversión inicial. Las rentabilidades pasadas no son un indicativo de las rentabilidades futuras.

James Tomlins

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