Nubes en el Valle – Notas de una conferencia sobre tecnología

Hace poco asistí a una conferencia sobre internet y tecnología en San Francisco, en la que un elenco de cargos directivos del sector hablaron de las perspectivas y prioridades de sus compañías, y comentaron dónde ven oportunidades actualmente. Con la única excepción de la intervención de Jack Dorsey, de Twitter, el principal foco de atención en todas las sesiones a las que asistí durante esos tres días fue el cloud computing.

En esencia, la computación en la nube es el cambio por el que los usuarios dejan de comprar, tener y mantener sus propios sistemas informáticos para pasar a un modelo más a la carta y de alquiler. En el pasado, nos comprábamos un ordenador de escritorio, instalábamos el software y almacenábamos la información en el disco duro (ubicado físicamente bajo la mesa). Usábamos la unidad de procesamiento para ejecutar los programas y realizar cálculos. Si teníamos más de un ordenador, los podíamos unir para crear una red –quizá mediante un servidor central–, lo cual permitía a diversos usuarios compartir información, programas y capacidad de procesamiento. Pasar un sistema informático a la nube elimina los dolores de cabeza y los costes que supone el tener que adquirir y mantener una infraestructura propia.

Pero operar en la nube no solo reduce costes, sino que además aumenta la flexibilidad. Si uno necesita más poder de procesamiento o una capacidad de almacenamiento mayor, solo tiene que llamar a su proveedor de servicios en la nube y este podrá (en la medida de lo razonable) satisfacer sus necesidades de inmediato con tan solo pulsar unos cuantos botones. Imaginemos un minorista que tiene un tráfico mucho más alto en su sitio web durante la temporada navideña; si cuenta con una infraestructura basada en la nube, solo tendrá que pagar por el tráfico adicional de diciembre. De este modo no necesita albergar y cuidar de una gran «granja» de servidores infrautilizada los once meses restantes del año.

Además del suministro de equipamiento, el software como servicio (SaaS, por sus siglas inglesas) también es un área de crecimiento con la que muchos de nosotros tal vez estemos más familiarizados. Spotify, Hotmail, Gmail y Salesforce (que actualmente está construyendo la torre de oficinas más alta de San Francisco) son ejemplos bien conocidos de ello. El beneficio del SaaS es que los proveedores pueden introducir actualizaciones y corregir errores cuando sea necesario. En vez de adquirir una licencia específica para un dispositivo, los usuarios pagan una cuota mensual o anual por acceder al software en la red. Esto pueden hacerlo desde cualquier lugar y con diversos dispositivos, y siempre cuentan con la versión más reciente.

Así, no sorprende que las compañías emergentes  de Silicon Valley fueran las primeras en adoptar la tecnología en la nube cuando Amazon (AWS) empezó a alquilar la capacidad sobrante de sus servidores, allá por el año 2006. Pero ahora la industria está creciendo, a medida que los negocios no concentrados en las tecnologías de la información (TI) se familiarizan con la tecnología. AWS ha mantenido la ventaja del pionero, pero le han salido competidores muy serios del calibre de Google, Microsoft y Alibaba. Estas tres compañías están dedicando enormes recursos a su producto, y hacen un esfuerzo inmenso por vender sus servicios a los consejeros delegados y a los directores de informática de las grandes firmas.

Hubo mucha discusión sobre los modelos híbridos (es decir, las compañías que tienen infraestructuras tanto en la red como in situ), que me parecen los más realistas a corto plazo, ya que las empresas tardarán tiempo en sentirse cómodas con la nueva tecnología. El siguiente gráfico, de BofA Merrill Lynch, muestra sus estimaciones sobre cómo cambiará el reparto de las inversiones en el segmento del almacenamiento durante los próximos años.

Creo que la seguridad de los datos y la fiabilidad (como demostraron los problemas de AWS la semana pasada) encabezarán la lista de preocupaciones de los directivos, pero si asumimos que acabarán solucionándose, el rumbo futuro está claro. No estar en la nube pone a las firmas en una situación de desventaja competitiva, al ser probable que sus gastos en bienes de equipo sean más altos. No estoy convencido de que los datos de PIB real reflejen por completo las ganancias de productividad debidas al avance tecnológico de las dos últimas décadas. Por consiguiente, considero improbable que, a nivel macro, los ahorros de costes en el sector corporativo repercutan en las cifras oficiales de crecimiento, inflación y productividad. En adelante, no obstante, si la mayoría de las inversiones en TI las realizan compañías en la nube, es posible que los países que alberguen a los proveedores de servicios en la nube o las granjas de servidores se anoten las correspondientes contribuciones al PIB.

De lo que sí estoy seguro es que un cambio de paradigma en la manera en que guardamos, compartimos y procesamos datos plantea preguntas sobre cómo pensar acerca de los gigantes tecnológicos que prestan estos servicios. Confío en que esta será un área de gran crecimiento y beneficio en los años venideros. No obstante, una vez el mundo utilice la nube para todas sus necesidades computacionales y los grandes márgenes de beneficio se hayan reducido debido a la competencia, ¿no será más apropiado considerarlas menos como compañías de crecimiento, y más como proveedores de servicios públicos? En cualquier industria, cuando alguien se hace con un monopolio o un oligopolio, la supervisión y la regulación aumentan inevitablemente.

El valor de las inversiones fluctuará, por lo que el precio de los fondos puede subir o bajar, y es posible que no recupere la inversión inicial. Las rentabilidades pasadas no son un indicativo de las rentabilidades futuras.

Matthew Russell

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